La empalizada blanca
La empalizada blanca se desliza hasta el fin de la vereda
cubierta de césped
y un vacío en la blanca continuidad
me indica que es la puerta de entrada
al cuidado y espacioso terreno
donde se yergue el bonito chalet americano
donde bajo la galería del porch
descansa un sillón de mimbre
Y en él reconozco
aquél viejo sillón
donde me hacías el amor
hamacándote sobre mis muslos
y aferrada al respaldo
con tus manos benditas
con el secreto goce
de las sensaciones prohibidas.
Y de repente salen corriendo hacia mí desde detrás del cerco
dos niños y una niña a cuál más hermoso
felices de verme llegar.
Un perro viejo recibiéndome con el comprensivo silencio de los años
y un cachorro saltando y mordiéndome travieso los talones
Dos gatos descansando en la ventana de la cocina
y una estilizada pelirroja arreglando las flores del jardín
vestida con un enterito
y tocada con un sombrero de paja y ala ancha.
Y hecho trizas el sueño americano
en la conversión sudaca de la globalización
Planeta hipercomunicado
entre la miseria conjunta de los marginados
Holograma televisivo insertado en mi cabeza
desde niño
Comprándome la mejor carabina de repetición
para combatir los peores enemigos internos.
Un espacioso living con chimenea
cortinas de gasa esparciendo tenue la luz del atardecer
El olor a café desde la cocina
y la malteada con los panes rebosantes de mermelada
El sonido de la TV congraciando las travesuras hogareñas
con el programa favorito de las cinco,
un Flipper simpático y feliz ó un novedoso Batman psicodélico
un dibujo picapiedras ó un Lassie codiciado
para la cabaña de fin de semana.
Y mientras mis hijos meriendan miro a través de la ventana
el idílico paisaje barrial
donde no existen las drogas ni los saqueos
y donde el vecino me saluda mientras corta el césped
y su mujer con las tijeras de podar en la mano
me guiña cómplice un ojo.
Ayer golpeé tu puerta
mirabas al atardecer desde el fondo del boulevard
Con mis manos llenas de ira retorné al taxi
para dejarte abandonado mi obsequio
en la entrada de tu casa
Y retorné a la noche para no encontrarte
solo tu voz hablando por teléfono
angelical provenía desde tu ventana
Y mirabas hipnotizada la corriente que bajaba
por ése misterio de agua donde flotabas
Y mi cabeza descansó sobre mis propias rodillas
arrojado por la desidia en el refugio
de la parada de colectivos
donde mis puños se agotaron de golpear tu puerta
para que el alcohol pasara a golpear mi cabeza.
Entonces regresé al momento que caminaba por la aseada vereda al costado de la blanca empalizada
con una leve brisa que agitaba las hojas de los alerces y las hacía caer grácilmente
ante mis pasos y sobre mis hombros,
Y recordé aquél film donde de la comedia
Dick VanDyke alcanzó la tragedia
inmerso en el camino sin retorno del alcohol
inmerso como Yo ahora estoy en esta vereda
desesperanzado en el cómodo porvenir del progreso,
Acabado.
Y un ligero temblor recorrió mis espaldas y un escalofrío se apoderó repentinamente de mi ser
pero continué adelante bajando lentamente la calle
Y allá a lo lejos alcanzaba a divisar a mis vecinos prolijando el parque
y a la patrulla cruzando tranquilamente la esquina mientras los oficiales conversaban dichosos entre ellos
y a los niños correteando, jugando y andando con sus bicicletas
y al sombrero de paja de mi mujer asomando detrás de unos arbustos
Conseguí mi casa
Conseguí dos gatos y dos perros
Tengo un parque y una piscina
Faltan nimiedades como un garaje y un automóvil
El estéreo anda bien y en la TV color
veo los mismos seriales
que siempre quise ver
Aunque a veces me sobreviene la misma sensación
que en la película de VanDycke
Y me entran deseos de emerger a asesinar a alguien
Cualquiera, no importa quién
siempre y cuando no encaje en mi sueño americano
de la empalizada bajita y blanca.
Avanzo hacia la casa y ya presiento el vacío en la cerca
que anuncia la entrada
donde no son necesarias las puertas
porque ni el cartero ni el repartidor de periódicos
necesitan entrar
porque la propiedad de un hombre es sagrada
y el buzón del correo pintada su puerta de rojo asoma a la vereda
y los diarios vuelan a través de la cerca desde la calle hasta el porch
donde mi perro lo aguarda para alcanzármelo mientras despierto
en los domingos en California por la mañana
Suena una canción...
nunca supe si ése era el nombre
aunque la que suena es la de Tammy Wynette
la misma canción de la película de Jack Nicholson
“Mi vida es mi vida”
donde Él curiosamente se encuentra
en una encrucijada
hasta que abandona todo y se va
Sé fiel a tu hombre, sé fiel a tu mujer
Sé fiel a tu familia y a tu estilo de vida.
Y a unos metros de la entrada de la casa
ya vienen mis hijos a besarme
El vecino alza la vista para saludarme y su señora para sonreírme
Los perros giran sus hocicos hacia mi procedencia
y mi mujer interrumpe el cuidado de las flores del cantero
para mirarme
entonces y a pesar de una hermosa tarde veraniega
destella un relámpago...
y escucho el lejano eco de un trueno
y la entrada en la cerca blanca
y los ojos inocentes llenos de felicidad
y sus labios deliciosos articulando “Te amo”
y el gesto franco del amigo
y la canción de Tammy
y mis pasos
para siempre congelados.
Enero 2003.
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